"No se me cruza por la cabeza renunciar"

“No se me cruza por la cabeza renunciar”, dijo con tono calmo y visibles muestras de cansancio el vicepresidente Julio Cobos, el hombre que ayer le bajó definitivamente el pulgar al proyecto de retenciones móviles impulsado por su compañera de fórmula, la presidenta Cristina Kirchner. “Si me piden la renuncia se está afectando la institucionalidad. No se puede pedir la renuncia de alguien que ha sido elegido por la misma cantidad de votos que la Presidenta”, consideró al dejar esta mañana su casa en Ezeiza. Con respecto al proyecto oficial, pidió que “la Presidenta lo entienda”. “No es que se esté en contra del modelo, ni que se esté en contra de todo. Se pedían algunas modificaciones”, explicó.Cobos, partió este mediodía hacia Mendoza en auto, junto a su mujer, Cristina Cerutti, y uno de sus hijos, Agustín.
A las 12 pasó por la localidad bonaerense de Luján y está previsto que llegue a su provincia alrededor de las 21. Quería irse de Buenos Aires cuanto antes y por eso no esperó un vuelo que lo llevara a Mendoza. “Ojalá que se entienda el mensaje que dí. Espero que hayamos llegado a una madurez suficiente en nuestra democracia. Tenemos la oportunidad de empezar una nueva etapa ”, dijo.Los voceros vinculados al vicepresidente agregaron que el hombre que le provocó una derrota al Gobierno quería aprovechar el viaje por la Ruta 7 para hablar con su familia. Poco antes, permaneció bastante tiempo en su despacho de la Cámara de Senadores de la Nación. Fuera, en las oficinas de la zona de la presidencia del Senado, se encontraban prácticamente todos sus colaboradores, muchos de ellos mendocinos. Todos aún en estado de shock.Cobos y los suyos tardaron en irse del Congreso porque el protocolo de seguridad se los impedía. Además, afuera hubo incidentes y eso demoró más la salida. Aunque todo estaba programado de antemano (forzar un nuevo cuarto intermedio para seguir buscando el consenso, aún a contramano de la lógica y los reglamentos), a Cobos se lo notó en carne viva. Y quedó muy conmovido. Los infidentes decían que todavía mostraba en su rostro la pesadumbre del momento que acababa de vivir. La secretaria del vicepresidente en la Casa Rosada, la incondicional Patricia Gutiérrez, “La Negra”, no tardó en quebrarse al tiempo que decía que no haría declaraciones. Nadie en su entorno quiso hacerlas.

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