Análisis del MF, por Jorge Rial

Muchas tela para cortar en esta última y escandalosa entrega de los Martín Fierro. Primero lo desagradecidos que son la mayoría de nuestros actores. Poseedores de egos difíciles de controlar. Soberbios a la hora de ganar. Cobardes ante cada uno de sus fracasos.
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Fueron muy pocos los que recordaron, en cada uno de sus agradecimientos, al canal que los cobijó y les dio el espacio para desarrollar su talento. Con la naturalidad de los necios, muchos prefirieron hablar de la magia de la actuación, del trabajo en equipo y de otros lugares comunes que surgen, como en los futbolistas, a la hora de los triunfos.
Algunos siguen creyendo que el público debe agradecerles su presencia en pantalla. Que cualquiera de sus actuaciones en una bendición para la historia de nuestra cultura. Que no podemos vivir sin ellos. Que se merecen una estatua. Que sólo su familia y sus amigos construyeron ese camino a la fama y los premios. ¿Y los que apostaron por ellos? ¿Los que se bancaron sus caprichos y sus histerias diarias? ¿Los que pusieron la plata para perder o ganar? ¿Los que soportan sus aires de divos en las buenas y sus borradas en las malas?
Casi ninguno se acordó de los canales. En el fondo siguen tratando de conservar ese antiguo espíritu bohemio pero con la base económica del dinero que le llega de la pantalla. La misma que desprecian en esas cenas de vinos baratos pero que se desesperan por conquistar cuando el bagre pica. Cuantos que gritaban “aguante la ficción” terminaron bailando en el caño sólo para aparecer en la tele. Pero la memoria del actor es corta. En su momento de gloria prefieren ponerse serios, ahorrar palabras y creer que la estampita está sólo a un paso.
Hubo, en esta última entrega, mucha sobrevaloración de algunas ficciones y actores. Demasiado reconocimiento a los ciclos golondrina que ocupan pocos meses en pantalla y, muchas veces, ni siquiera aportan garra en la pelea diaria. En esa fragua del día a día donde se ven los pingos. Donde hay que salir a la pelea cuerpo a cuerpo para mantener el promedio general, evitar chocar con el iceberg, mantener la punta o salvarse del naufragio.
Parecería que a veces esos efímeros ciclos son más importantes que el esfuerzo diario. Como en el fútbol, deslumbra más el habilidoso, el Riquelme que anda a diez por hora que el pobre cinco que debe tapar los errores de ese genio, tirarse al piso, correr hasta no dar más y jugar todos los partidos, aunque sea infiltrado.
Hablo de los Marcelo Tinelli, Susana Gimenez, Mirtha Legrand o del mismo Intrusos, programa que cada día sostiene en silencio y con trabajo un canal que hoy festeja el triunfo efímero de Lalola. Los de Carla Peterson se fueron con la gloria. Nosotros nos quedamos con las sobras y el trabajo diario que no se reconoce. Pero un día llegará la rebelión de los número cinco. No saldremos a jugar o lo haremos a desgano. Dejaremos pasar la pelota sin correrla. No sufriremos por los goles en nuestro arco. Nos cruzaremos de brazos y esperaremos que los habilidosos, los talentosos, los que nos venden el supuesto prestigio se pongan el overol y peleen en el barro. Cuando llegue ese día se van a dar cuenta quién trabaja y quién hace el verso en esta bendita pantalla.
Se va a acabar las mentiras de algunos programadores cool que apuestan al futbol de Menotti pero zafan con la táctica de Bilardo. Vayan y pregunten en Canal 13. Durante años apostaron al prestigio de la nada. Tipos como Hugo Di Guglielmo, hoy un gurú consultado para cada pavada que se dice, nos vendió que ese canal era de elite y que no le importaban los números. Hasta que se cansaron de ser eternos segundos y decidieron ir por el más popular de todos: Marcelo Tinelli. Y por fin pasaron al frente.
Con lo que despreciaron desde hace años. Pero en el fondo, sus premios todavía le dan vergüenza. Gozan más los de una ficción que los del cabezón. Como en todos los canales. Fue más prestigioso el de Televisión por la identidad, políticamente correcto, artísticamente mediocre. El de Lalola, sobrevalorada por la crítica pero que terminó sin pena ni gloria navegando más cerca del fracaso que del éxito masivo.
Por eso, alguna vez habría que reivindicar a los programas que en silencio, sin el reconocimiento de adentro ni afuera mantienen a flote los canales. Hoy el 13 es lo que es gracias a Tinelli. Como lo fue Telefe en su momento y el 9 en ese año de gloria. Sólo por eso se merecía el oro que una estupidez de Lafauci le birló de las manos. Como lo es Telefe con la presencia cada año de Susana. Y los volubles integrantes de APTRA siguen esos lineamientos como corderitos. Diga la verdad ¿Viendo la cara de algunos periodistas, ustedes creen que realmente veían Lalola o a Televisión para la identidad? Por eso agradezcan a los canales, los que le dan el espacio para su ego.
A ustedes, habilidosos y geniales, los miman. A los demás, los que nos quedamos en las buenas y en las malas, los que jugamos en cualquier cancha, los que no tenemos vergüenza, los que tenemos la camiseta puesta, los que bancamos la parada nos siguen pegando bajo.
Para eso no hay premios. Felicitaciones para Lalola. Se lo merecen. Pero esta tarde nosotros tenemos que seguir peleando por salir de pobres, mientras Carla y Luciano, en otro canal, descorchan champaña por su minuto de gloria. Pasó otro Martín Fierro. Y la tele sigue andando.



Fuente: Primicas YA


ADHIERO EN LO QUE DICE JORGE RIAL, ES DESASTROSO LO DE APTRA, Y ES MAS QUE OBVIO QUE SI GANARON ALGUNOS DE LOS QUE GANARON, FUE PORQUE NI SIQUIERA MIRAN TV, SON VIEJOS ESTUPIDOS QUE VOTAN TODOS LOS AÑOS LO MISMO. COMO FUTBOL DE PRIMERA.

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